lunes, 27 de abril de 2015

Incrementando niveles de maldad: Toma 1:)

Lea el cuento que se le presenta a continuación y responda "TODAS" las preguntas que aparecen al final.
La Honra

 

Tomado de: Cuentos de barro, Salarrué

 

Había amanecido nortiando; la Juanita limpia; lagua helada; el viento llevaba zopes y olores. Atravesó el llano. La nagua se le amelcochaba y se le hacía calzones. El pelo le hacía alacranes negros en la cara. La Juana iba bien contenta, chapudita y apagándole los ojos al viento. Los árboles venían corriendo. En medio del llano la cogió un tumbo de norte. La Juanita llenó el frasco de su alegría y lo tapó con un grito; luego salió corriendo y enredándose en su risa. La chucha iba ladrando a su lado, queriendo alcanzar las hojas secas que pajareaban.

 

El ojo diagua estaba en el fondo de una barranca, sombreado por quequeishques y palmitos. Más abajo, entre grupos de güiscoyoles y de ishcanales, dormían charcos azules como cáscaras de cielo, largas y oloríferas. Las sombras se habían desbarrancado encima de los paredones; y en la corriente pacha, quebradita y silenciosa, rodaban piedrecitas de cal.

 

La Juanita se sentó a descansar: estaba agitada; los pechos —bien ceñidos por el traje— se le querían ir y ella los sofrenaba con suspiros imperiosos. El ojo diagua se le quedaba viendo sin parpadear, mientras la chucha lengüeaba golosamente el manantial, con las cuatro patas ensambladas en la arena virgen. Río abajo, se bañaban unas ramas. Cerca, unos peñascales verdosos sudaban el día.

 

La Juanita sacó un espejo, del tamaño de un colón, y empezó a espiarse con cuidado. Se arregló las mechas, se limpió con el delantal la frente sudada; y como se quería, cuando a solas, se dejó un beso en la boca, mirando con recelo alrededor, por miedo a que la hieran ispiado. Haciendo al escote comulgar con el espejo, se bajó de la piedra y comenzó a pepenar chirolitas de tempisque para el cinquito.

 

La chucha se puso a ladrar. En el recodo de la barranca apareció un hombre montado a caballo. Venía por la luz, al paso, haciendo chingastes el vidrio del agua. Cuando la Juana lo conoció, sintió que el corazón se le había ahorcado. Ya no tuvo tiempo de escaparse; y sin saber por qué, lo esperó agarrada de una hoja. Él de a caballo, joven y guapo, apuró y pronto estuvo a su lado, radiante de oportunidad. No hizo caso del ladrido y empezó a chuliar a la Juana con un galope incontenible como el viento que soplaba. Hubo defensa claudicante, con noes temblones y jaloncitos flacos; después ayes, y después... El ojo diagua no parpadeaba. Con un brazo en los ojos, la Juana se quedó en la sombra.

 

* * *

 

Tacho, el hermano de la Juanita, tenía nueve años. Era un cipote aprietado y con una cabeza de huizayote. Un día vido que su tata estaba furioso. La Juana le bía dicho quién sabe qué, y el tata le bía metido una penquiada del diablo.

—¡Babosa! —había oído que le decía— ¡Habís perdido lonra, que era lúnico que tráibas al mundo!

¡Si biera sabido quibas ir a dejar lonra al ojo diagua, no te dejo ir aquel diya; gran babosa!...

Tacho lloró, porque quería a la Juana como si hubiera sido su nana; e ingenuamente, de escondiditas, se jue al ojo diagua y se puso a buscar cachazudamente lonra e la Juana. Él no sabía ni poco ni mucho cómo sería lonra que bía perdido su hermana, pero a juzgar por la cólera del tata, bía de ser una cosa muy fácil de hallar. Tacho se maginaba lonra, una cosa lisa, redondita, quizá brillosa, quizá como moneda o como cruz. Pelaba los ojos por el arenal, río abajo, río arriba, y no miraba más que piedras y monte, monte y piedras, y lonra no aparecía. La bía buscado entre lagua, en los matorrales, en los hoyos de los palos y hasta le bía dado güelta a la arena cerca del ojo, y ¡nada!

—Lonra e la Juana, dende que tata la penquiado —se decía—, ha de ser grande.

Por fin, al pie de un chaparro, entre hojas de sombra y hojas de sol, vido brillar un objeto extraño.

Tacho sintió que la alegría le iba subiendo por el cuerpo, en espumarajos cosquilleantes.

—¡Yastuvo! —gritó.

Levantó el objeto brilloso y se quedó asombrado.

—¡Achís! —se dijo—No sabía yo que lonra juera ansina...

Corrió con toda la fuerza de su alegría. Cuando llegó al rancho, el tata estaba pensativo, sentado en

la piladera. En la arruga de las cejas se le bía metido una estaca de noche.

—¡Tata! —gritó el cipote jadeante—: ¡Ei ido al ojo diagua y ei incontrado lonra e la Juana; ya no le pegue, tome!...

Y puso en la mano del tata asombrado, un fino puñal con mango de concha.

El indio cogió el puñal, despachó a Tacho con un gesto y se quedó mirando la hoja puntuda, con cara de vengador.

—Pues es cierto... —murmuró.

Cerraba la noche.

Responderán a cada una de las siguientes preguntas.

1.    ¿Qué vicios de lenguaje se evidencian en el texto? Cite ejemplos

2.    ¿Qué tipo de textos se encuentran en el cuento? Cite ejemplos

3.    ¿Cómo relacionaría lo narrado en el texto con la realidad actual?

4.    ¿Cómo consideraba la honra Tacho?

5.    Por cuál de las siguientes maneras Juana perdió su honra:

a)  Su propia voluntad.

b)  Fue obligada.

c)  Culpa de su hermano tacho.

d)  Sus amigas le mal aconsejaron.

6.  Plantee una posible solución al siguiente caso:

Juana es una joven de 15 años, sus padres la han abandonado; según ellos su hija les ha fallado al perder su honra saliendo embarazada.

¿Cree usted que los padres de Juana han adoptado una postura correcta?

¿Qué consejos daría usted tanto a Juana como a sus padres para ayudar en esta situación?  

lunes, 20 de abril de 2015

Esta semana estaremos celebrando El Día del Idioma Español, por lo que la actividad consistirá en conocer que piensan los extranjeros al aprender español.
Deberán   responder las preguntas después de haber visto el vídeo.
¿Por qué es tan difícil aprender el español,según los autores de la canción?
¿Qué aprendió por medio de la canción?¿Qué le pareció interesante?

lunes, 13 de abril de 2015

Pequeños saltamontes...


Bienvenidos a esta nueva aventura (un nuevo parcial)

La actividad de la semana consiste en leer el ensayo que presento a continuación y responder por lo menos dos de las siguientes preguntas.

¿Cuál es la tesis o la idea central del ensayo?

¿Cuáles son los argumentos que sustentan la tesis o idea principal del texto?

¿Qué quiere decir el autor con la siguiente expresión “simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros”?

¿Qué dato interesante presenta el autor en el texto?

¿Qué características posee el texto para ser considerado el ensayo?

Las ideas en un ensayo deben de tratar de persuadir o convencer al lector ¿Cuáles de las ideas presentadas en el texto buscan ese propósito?

¿Qué piensas de lo propuesto por el autor en el texto? ¿Estás de acuerdo? ¿En qué cosas sí y en qué cosas no y por qué?

¿Cómo explicaría el nombre del ensayo?
 
Botella al mar para el dios de las palabras
[Discurso ante el I Congreso Internacional de la Lengua Española -Texto completo.]

Gabriel García Márquez
A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: «¡Cuidado!»
El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.
Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.
La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso?
Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?
Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años.